Con vida propia, tal y como algo que nace, se cría, se desarrolla, madura, crece… y se consume. Volviendo a recobrar la vida a través del recuerdo. Así día tras día.
Si por algo consideran al oficio de panadero – pastelero como un oficio noble, es por su dedicación, su trabajo detallista, su implicación, su honestidad. Quien ha tenido entre sus manos la masa de un pan o de un dulce, sabe la responsabilidad que tiene por cumplir su objetivo: que cada cliente tenga el mejor producto posible y que cuando lo consuma, lo reconozca y lo disfrute. Así día tras día.