Con vida propia, tal y como algo que nace, se cría, se desarrolla, madura, crece y se consume. Volviendo a recobrar la vida a través del recuerdo. Así día tras día.

Si por algo consideran al oficio de panadero – pastelero como un oficio noble, es por su dedicación, su trabajo detallista, su implicación, su honestidad. Quien ha tenido entre sus manos la masa de un pan o de un dulce, sabe la responsabilidad que tiene por cumplir su objetivo: que cada cliente tenga el mejor producto posible y que cuando lo consuma, lo reconozca y lo disfrute. Así día tras día.

Quien ha tenido entre sus manos la masa de un pan o de un dulce, sabe la responsabilidad que tiene por cumplir su objetivo: que cada cliente tenga el mejor producto posible y que cuando lo consuma, lo reconozca y lo disfrute.

Nuestros compañeros empiezan su labor desde primera hora de la mañana. Es el tiempo de revisar nuestras masas, repasar la producción del día, preparar cada producto, amasar, hornear, repartir, atender a cada cliente, preguntarse qué podemos mejorar, prepararse, formarse, …y volver a empezar.

En cada mordisco a nuestros productos se siente el esfuerzo, pasión y dedicación de un formado equipo de personas y profesionales comprometidos con su profesión, un cúmulo de pequeñas pero esenciales tareas para conseguir que cada cliente sienta ese producto como único. Obradores, reparto, tiendas, oficina, son muchas las personas que hacen que cada día sea un día especial.